Impuestos

Sostenibilidad tributaria: La nueva tendencia que llegó para quedarse

Los factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) ocuparán un lugar central en la agenda de sostenibilidad tributaria de las empresas de la región

Chile
Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

TEMAS

Introducción

Aun cuando los impuestos son temas ajenos al común de las personas, existen ciertas ideas que parecieran nacer del inconsciente colectivo, las cuales, ya sea por desidia, repetición o desinterés, trasuntan incluso a aquellos que tienen una mirada más técnica y que hacen de los impuestos parte de su vida profesional.

Así, no es infrecuente que algunas personas tengan la concepción de que las empresas pagan pocos impuestos. En periodos electorales como los que estamos viviendo en la región, con una fuerte presión recaudatoria producto de la crisis por la pandemia COVID, es una afirmación frecuentemente sostenida.

Otra preconcepción es que, en términos generales, el impuesto que afecta en mayor medida a la actividad empresarial es el impuesto a la renta, dejando de lado otras contribuciones, tasas o impuestos que pueden llegar a ser también muy significativas en la recaudación impositiva.

Finalmente, no podemos negar que los impuestos tienden a asociarse instintivamente con una carga u obligación, y no necesariamente se vinculan con un sentido de pertenencia o contribución social a un determinado país o comunidad.

La desconexión con la función que cumplen los impuestos; la complejidad de las normas que los regulan; la sobre especialización de este tema; los arduos procesos de fiscalización (muchas veces sin ningún sentido de la realidad económica del negocio) por parte de las autoridades tributarias; y tal vez, lo más importante, la ligera “accountability” respecto del destino de los fondos recaudados han facilitado que los impuestos sean mirados como un mero costo o carga.

Sin embargo, esto está cambiando. Lentamente, pero cambiando al fin. En el contexto post-pandemia, los impuestos salen nuevamente a la palestra y la forma de enfrentarlos ya no puede ser la misma. Si bien, la presión irrestricta en aumentar la recaudación que están enfrentando las autoridades tributarias lleva el pandero, el sonido de sus sonajas se ve acompañado por un escrutinio cada vez mayor sobre la relación que los impuestos tienen con el medio ambiente, el impacto social, la transparencia y la relevancia de los gobiernos corporativos.

La sociedad pide información; internet y las redes sociales permiten el acceso a los datos más recónditos que manejan los distintos contribuyentes; y pareciera que las empresas dejan de tener excusas para no abordar el tema impositivo de manera transparente, como un agente de cambio y de impacto.

Así, el futuro de la tributación se ve distinto. Tal vez no tan rápido como quisiéramos, pero distinto al fin. El futuro de la tributación se ve sostenible.


Impactos ESG e Impuestos

Los impactos Ambientales, Sociales y de Gobiernos Corporativos (“ESG” por su sigla en inglés) han vivido una historia con resultados similares a los temas impositivos. La sociedad ha otorgado valor y cada día más peso a los impactos ambientales y sociales que producen las empresas. Esto, sumado a la constante exposición pública y el aumento en los flujos de información disponible, ha implicado que el mundo ha puesto el foco en los impactos ESG.

Tanta relevancia ha dado la sociedad a los impactos ESG que éstos se han transformado en un driver de negocios sustantivo. Un ejemplo claro es la inversión en fondos ESG, ya que dichas inversiones han alcanzado cifras récord, duplicando los montos netos de inversión respecto de años anteriores. Esto tiene su correlato en cambios culturales de los consumidores, y en general de los distintos stakeholders, los cuales han impulsado, incluso sin una convicción arraigada de parte de las empresas, un cambio de enfoque hacia materias de ESG.

La irrupción de los impactos ESG es también relativamente reciente y creo, sin temor a equivocarme, que responde a un claro efecto de la pandemia COVID y de cómo las personas reordenaron sus prioridades vitales, así como los valores que les asignan. Antes de este “boom”, y por mucho tiempo, la sostenibilidad estuvo enfocada fundamentalmente en dos pilares: por una parte, en el medio ambiente; y por la otra, en cómo una empresa podía ayudar a su comunidad, pero desde una vereda asistencialista.

El mundo impositivo se mantenía así casi totalmente desvinculado con los temas ESG, salvo por los impuestos verdes que pudiesen aplicarse en alguna jurisdicción o por las normas tributarias que podían otorgar beneficios tributarios a quienes, por ejemplo, efectúan donaciones a la comunidad.

Bueno, es precisamente esta desvinculación la que se observa en retirada y hoy, cada vez más, parece que mirar al mundo impositivo de manera aislada y como un nicho distinto es del todo artificioso, y surge como conclusión evidente que los impuestos forman parte de cada una de las aristas del espectro ESG.

Si pensamos en la “E” (ambiental), claramente podemos identificar a los ya mencionados impuestos verdes que, si en algún momento se vieron en entredicho, hoy arremeten con fuerza en distintas jurisdicciones. Así, por ejemplo, en el marco del encuentro medioambiental COP 26, se ha abogado por dichos impuestos verdes para combatir el impacto de las empresas y personas, incluso como medio de financiamiento directo a servicios estatales verdes gratuitos.

A ello, debemos agregar gravámenes a las emisiones de carbono -como se puede ver en el caso canadiense, donde los productores de acero han girado hacia el “acero verde” ante alzas de impuestos a emisiones de carbono-, a los contaminantes y la lista sigue. Es claro que una empresa debe tener en consideración dentro de los impuestos que debe pagar aquellos que afectan al medio ambiente, y la forma de abordarlos debe ser alineada con sus objetivos y propósito, pero ello también responde a una racionalidad económica pues vemos que cada vez más los financiamientos y la valoración de una compañía en el mercado se vincula a este criterio. No es de extrañar que Larry Fink (el Chairman de BlackRock), en su carta anual a los CEOs los inste a crear en sus empresas, valor sostenible, con propósito y considerando el cambio climático.

La letra “S” (sociales), es donde muchas veces no recordamos que los impuestos son una contribución social que hacen las empresas a la economía en la que participan. Es difícil pensar en una mayor y más efectiva contribución a la sociedad por parte de una empresa que los impuestos que ella paga. Y no es sólo su tributación a la renta sino también, patentes, permisos, impuestos indirectos, cargos específicos, tasas, entre otros.

A ello, debemos sumar que las empresas actúan muchas veces como agentes recaudadores de impuestos en nombre de otros contribuyentes y deben destinar esfuerzos, tiempo y recursos para el cumplimiento de obligaciones tributarias ajenas. En Chile, claros ejemplos de ello son las retenciones sobre las remuneraciones de los trabajadores o el impuesto adicional, que opera sobre un mecanismo de retención respecto de la renta de fuente chilena que obtienen los extranjeros.

Y finalmente “G” (gobernanza / gobiernos corporativos), que también tiene un correlato directo en materia impositiva. Las decisiones en materia tributaria han estado tradicionalmente radicadas en las áreas de finanzas e incluso, en subáreas de contabilidad, reportería o compliance de las empresas. Pues claro, el pagar impuesto implica dinero y que puede ser más obvio, que entender los impuestos como un tema financiero o de cumplimiento. Si bien esta mirada no parece incorrecta, al menos parece incompleta.

Hoy, la forma de abordar los impuestos, de aproximarse a la autoridad tributaria, de cómo se administra el riesgo y las contingencias, de cómo se responde frente a los consumidores, no solo es un tema económico o financiero, sino también un tema respecto del cual debe responderse frente a los distintos stakeholders desde la lógica de la responsabilidad y del impacto reputacional, el que estará sometido sin lugar a dudas, a escrutinio público.

Así, las decisiones de las empresas en materia tributaria deben estar alineadas al interior de toda la compañía, deben ser conocidas y compartidas por todos aquellos ejecutivos que puedan tener alguna incidencia en ellas, deben responder a una estrategia tributaria acordada, conocida e implementada de manera holística con un relato consistente con el propósito perseguido por la compañía. Dicho de otro modo, los impuestos deben dejar de ser un mundo de silos aislados, y deben pasar a formar parte importante de la gobernanza de toda compañía, incluyendo no solo a sus altos ejecutivos sino también a sus directorios.


No es moda, no es algo pasajero…

En materia impositiva, hemos visto que los cambios pueden pasar. El sistema de tributación internacional está viviendo un cambio fundamental desde el año 2012 que -en contra de todos los pronósticos- ha ido introduciendo raudamente una serie de cambios que parecían impensados hasta hace unos años. Así, por ejemplo, hoy está ya vigente un tratado multilateral que modifica una red de más de 3000 tratados bilaterales de doble imposición; se están cuestionando los principios básicos de tributación internacional arraigados en la fuente versus residencia; se está evaluando la aplicación de un impuesto mínimo global, entre otros cambios sustantivos que podemos identificar.

Así, la relevancia de la transparencia en el reporte y los impactos ESG que los impuestos generan nos podría haber parecido totalmente fuera de lugar en materia tributaria hace unos años atrás, hoy la identificamos claramente como una tendencia.

No es sorpresivo entonces que el Centro de Política Fiscal y Administración de la OCDE tenga dentro de sus puntos principales de trabajo a la denominada “Tax Morale” o la voluntad intrínseca de los contribuyentes a pagar sus impuestos y qué los motiva a hacerlo.

A su vez, el Global Reporting Initiative,1 quienes han generado el estándar más utilizado para reportar en materia de sostenibilidad, ha incorporado en 2019 el estándar 207, que refiere a impuestos, el cual entró en vigencia obligatoria para quienes lo utilicen desde el 1 de enero de 2021.

Vemos así con cada vez más frecuencia que las empresas comienzan a ser más transparentes con sus estrategias fiscales, publican sus contribuciones impositivas y las hacen visibles para sus stakeholders. Con esto nos damos cuenta que los actores económicos están cada vez más preocupados de ser consistentes entre sus negocios y los impactos que tienen en la sociedad en la que participan.

Ahora bien, no podemos desconocer que esta es una realidad hoy principalmente en las compañías con matrices europeas, y que ello pareciera ser una práctica muy lejana para países como los nuestros. Pero, como ya lo señalamos anteriormente, aun cuando estos cambios parecieran lentos, no me cabe duda que más temprano que tarde también alcanzarán a nuestra región, y las compañías deberán estar debidamente preparadas para ello. Lentamente, pero cambiando al fin.

Así, sin lugar a dudas puedo señalar que si bien los impuestos hasta hace poco eran un tema que prefería ser menos público, hoy vemos una tendencia hacia la transparencia y la sostenibilidad. La sostenibilidad tributaria, al igual que los impactos ESG, creo llegó para quedarse.


[1] GRI es una organización internacional independiente que ha generado el estándar más utilizado para reportar en materia de sostenibilidad.